La taza de té. (Parte 2)

=)

Los dos corrían, persiguiéndose el uno al otro; de repente ella se detuvo con la respiración agitada pero una gran sonrísa.

- Mira.

Decía mientras apuntaba hacia la cabaña, con un paso más calmado caminó hasta llegar a la puerta. Él la seguía mientras sus ojos se mantenían firmes en su silueta.

- Entra, le invitaba a pasar con su mano. Pero él no la tocó, simplemente pasó a la cabaña.


Una mesa en el centro figuraba, un mantel blanco, un par de sillas de madera.

- Siéntate. Estás cansado.

- Sí, un poco. ¿Conocías este lugar?

- En sueños, respondió ella.

- Muy bonito lugar.

La madera emanaba aire de tranquilidad, la luz del día traspasaba las ventanas en símbolo de paz, la paz que se había perdido, el silencio fue interrumpido por el sonido de la tetera que anunciaba la ebullición del agua.

- Está listo el té.

Se fue a la cocina, tomó una servilleta de tela y llevó la tetera hasta la mesa. Sirvió las tazas y se sentó frente a él.

- Cuidado, está muy caliente.

- Está bien, gracias.



Estaba nerviosa, no sabía qué decir, había sido demasiado el tiempo desde aquella ausencia y tenía miedo que alguna palabra provocara el más mínimo enojo.

Se formó el silencio incómodo...

- El silencio incómodo, dijo él.

- Sí, perdón... no sé qué decirte.

- Es un bonito lugar, me parece muy familiar.

- Ya has estado aquí.

- ¿En serio?

- Es aquella cabaña... ¿la recuerdas?

Miró el lugar con atención, la posición de las ventanas, la ubicación de la chimenea.

¡Es cierto!, exclamó con asombró.

- Lo siento, no la recordaba.

- No te preocupes, yo también la había olvidado. Pero la recordé y pensé que sería un buen lugar.

- Fuí egoísta y nunca te lo dije.

Su vista comenzó a nublarse y por dentro se quebraba, pero respiró profundo y dijo:

- No te preocupes, ya pasó...

Pasó como nubes que atraviesan el cielo, pasó como niños que corren en el parque, pasó como el helado que se derrite, pasó como agua que corre por los ríos, pasó como los recuerdos que se olvidan, simplemente pasó.

Como perfectos desconocidos, comenzaron a platicar, conociéndose de nuevo, sin sentimientos que entorpecieran la plática, cómo perfectos extraños.

El té se había terminado.

- ¿Quiéres más?

- Sí, otro poco me caería bien.

Ella se levantó de la silla, tomó la tetera y se dirigió hacia la cocina. Mientras la enjuagaba, sintió que alguien la observaba. Volteó y era él quién la estaba mirando detenidamente, cómo si nunca antes la hubiese visto.

- ¿Qué pasa?

- ¿Olvidé preguntarte tu nombre?


No te preocupes, yo también he olvidado el tuyo...

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