El científico III.

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El reloj siguió su marcha, una alarma le indicaba que era tiempo de dejar la pluma en paz.

Tomó su abrigo, metió las llaves a la bolsa del pantalón y salió.


El aire era frío, anunciaba que era tarde de invierno, camino unas cuantas cuadras, dió vuelta a la derecha y se metió en aquella cafetería.

La cuarta mesa a la izquierda de la puerta, ahí lo estaba esperando.

Tomó su hombro y dijo: Hola.

Un saludo con sabor a Martíni. Seco.

Ella volteó, se levantó, le regaló una enorme sonrísa y dijo: ¡Hola amor!

Al ver tal expresión, el científico lo único que pudo hacer para corresponder a tal muestra de cariño fue abrazarla y hacer que ella recargara la cabeza sobre su pecho. Ella contestó el abrazo, abrazándolo de igual manera.

Se sentaron, el mesero se acercó para pedir la órden.

- Café americano.

- Y una rebanada de pastel, agregó ella.

El silencio de dos segundos, pareció el de una eternidad.

¿Y bien? ¿Cómo te fue hoy? pregunto ella. - Nada del otro mundo, lo de siempre.

La respuesta no era habitual en él, ella comprendió que no debía preguntar más.

El mesero llegó con la órden.

Un sorbo al mismo tiempo a la taza de café brindó un poco de paz a su corazón, aunque le inquietaba que él disolviera un poco de azúcar en el café.

- ¿Siempre estaremos juntos?

- Sabes que sí, siempre estaremos juntos.

Ella tomo la mano del científico, estaba fría y no por la tarde de invierno; acariciaba con las yemas de los dedos su mano mientras lo observaba, pero él evadía la vista.

Un par de mordidas al pastel y una taza a medio tomar. Le habló al mesero para pedir la cuenta.

- ¿Ya nos vamos?, Sí, te siento cansado y prefiero que nos vayamos para que duermas temprano.

Él pagó la cuenta y salieron de la cafetería.

Camino al departamento del científico, ella tomó su mano, pero la mano de un muerto tendría más calor humano que la de él.

No dijo nada ante tal presencia de ausencia...


(Continuará...)

De la parte I y II.