Burdel (primera parte).

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Era un día común y corriente, el sol estaba en su máximo resplandor y el cielo estaba muy despejado, parecía que estaba dispuesto a acompañar como escenario a la reunión de aquellas tres amigas, las cuales decidirían su futuro a partir de ese día.

La primera en llegar fue Mía, con su cámara fotográfica y la sonrisa que siempre la acompañaba, pidió una mesa para tres; de preferencia en gabinete por favor - pidió a la mesera.

Se sentó del lado de la ventana para tomar fotografías del paisaje que pocas veces adornaba a esta gran urbe.

Pidió una limonada mientras esperaba el arribo de las otras dos comensales.

Minutos después con la jovialidad que la caracteriza y esa sonrisa de inocencia llegó Cristina, saludó a Mía como si no hubiera pasado el tiempo, a pesar que hacía varios meses que no se veían.

Al final, agitada, nerviosa y apenada por la tardanza provocada por el tráfico en el Viaducto, llegó Clemencia quien se disculpó y saludó a sus dos amigas que estaban a punto de pedir la carta.

- Perdón, había una manifestación y apenas alcancé a desviarme - no te preocupes , no importa, ya estás aquí, respondió Mía.

Mía vivía en un estado al norte de la República Mexicana, sede de la feria de San Marcos y vino a la capital para buscar un mejor nivel de vida.

No desayuné y tengo hambre, deberíamos pedir ya la carta dijo Cristina, quién hizo todo un recorrido desde el sur de la ciudad para llegar al lugar de la cita.

Sí, si, es mi culpa que tengan tanta hambre, ordenémos pues! - dijo sarcásticamente Clemencia.

Mientras la mesera tomaba la orden y la servía, las tres amigas comenzaron con la plática que las habia llevado a reunirse.

Creo que es buena idea y nos quitaríamos muchos preocupaciones de encima, sí, opino lo mismo que Clemencia, respondía Cristina, concuerdo con ustedes, firmó Mía.

Mía comenzo a platicarles sobre la zona en que sería bueno trabajar y el tipo de gente al que quisieran llegar, Cristina hacía las cuentas del dinero que necesitarían para comenzar y Clemencia proponía las actividades que pudieran tener dentro del negocio.

- Podría ser algo de tipo antiguo, como los que había en los años 40's o 50's, algo de Can Can no caería mal a nadie... - decía Clemencia.

¡Estás loca! - gritaba Mía.

Calma, calma, movía las manos Cristina para calmar los ánimos de sus amigas, yo creo que si lo planeamos bien, podemos hacer ambas cosas... pero... bailar can-can... no está un poco pasado de moda...

Está bien, está bien... era solamente una propuesta, no es para que me maltraten psicológicamente de esa manera, replicaba Clemencia.

Ok, continúemos, Mía, por favor qué zonas de la ciudad has pensado; bueno, pensando en que seríamos putas pero no baratas y que todo esto sería algo así como ejecutivo... pues... Polanco o Las Lomas, pueden ser algunas zonas.

¿Polanco o Las Lomas? Sacaste tu lado más fresa, contestaba Clemencia con ese tono sarcástico que la caracterizaba, ¿Alguna propuesta mejor? - dijo Mía.

No, no, prosigue, prosigue...

Cristina, porque no le haces entender a esta mujer que su idea del Can can, no funcionará; ya Mía ya!, cálmate... a ver Clemencia, tu terquedad no la queremos en este momento sí... guárdala para otro momento.

¡Cuál terquedad! ¡Por Dios!

Mía, calma a esta mujer, eres la única que la puede controlar yo voy al tocador. Cristina se levantó de la mesa y se dirigió al fondo del restaurante.

-Me crees loca ¿verdad?, no Clemencia, no te creo loca, estás loca que es diferente - hablaba Mía con una carcajada entre palabra y palabra... - ¡tampoco es burla! - fruncía el ceño la amiga.

Mira, yo creo que si hay un espectáculo diferente, podemos atraer más gente...es más no necesariamente tendría que ser aquí en la Capital, bien podemos buscar un lugar fuera de la urbe...no es que me aferre a la idea del can-can, solamente es querer ofrecer algo diferente...

No lo sé Clemencia, tus ideas a veces son medio atrabancadas, abrá que estudiarlo; ¡Vamos Mía! no hay que tener miedo, ya lo decidímos, ¡hay que hacerlo! - Sí loca, pero no así, esto nos concierne a las tres, no es tu vida desequilibrada la que está en juego, sino la vida de las tres.

Está bien, contestaba Clemencia con un gesto de niña de primaria recién regañada por su maestra de clases.

Cristina regresó del tocador, tomó asiento y pidió un café a la mesera que se acercó a preguntar si estaba todo bien.

¿De qué han hablado?

Pues... le comentaba a Mía que sería bueno considerar sacar el negocio fuera de la capital...

Y yo le dije a Clemencia que no es su loca vida la que está en juego y que sus terquedades las deje en su casa...

Ya, ya, no empiecen las dos... podemos estudiar el mercado y de ahí tomar un decisión.

¡Ah! no sé por qué nos toma tanto tiempo todo esto, bien podemos pararnos en cualquier esquina y tan tan... todo arreglado!! - grito Clemencia - .

¡Eso jamás! - le reprendió Mía.

Cuándo decidimos emprender este negocio dijimos que seríamos putas, pero no baratas, de esas de esquina ¡no! ¡jamás!

Mía alzó tanto la voz que un silencio inundó el restaurante por un momento, Cristina sintió como su piel cambiaba de color y la temperatura de su cuerpo aumentaba mientra Clemencia y Mía mantenían la mirada como si nada hubiese pasado.

Cristina respiró profundamente y dijo: no nos alteremos, sabemos los acuerdos no hay por qué alterarse.

- Está bien, está bien, fue mi culpa, te ofrezco una disculpa Mía, - no, yo me disculpo por haber gritado y enterado a todo el restaurante del negocio -

La mesera se acerco a la mesa y le entregó un papel a Cristina, "lo mandá el señor de la barra". Las amigas voltearon hacia la barra y vieron a un señor de unos 35 años más o menos, no mal parecido, de traje, con porte, zapatos brillantes, mancuernillas y corbata de seda. Su rostro portaba una elegante barba de candado y por el olor del papel usaba 212 de Carolina Herrera.

Cristina lo abrió lentamente y leyó a las amigas su contenido: ¿Qué tipo de negocio quieren abrir?

Mía le arrebato el papel a Cristina y escribió la respuesta, le llamó a la mesera y le pidió le regresara el papel a su dueño. La mesera se acercó de nuevo al señor y le entregó el recado con la respuesta.

El galante caballero abrió la nota, lo primero que vió fue un beso color carmín cortesía de Mía, una letra bien formada y en manuscrita, trazo firme y seguro en tinta color negro que decía: "Un burdel".

El caballero se levantó de la mesa y se dirigió hacia las tres amigas...



*** Para Blue,Max y sonny_taz, por estos meses de amistad...***

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